Conciencia emocional: ¿Cómo comprender nuestras emociones para lograr gestionarlas?
Muchas veces cuando hablamos de las emociones lo hacemos como si todos conociéramos plenamente cómo se siente estar triste, feliz o enojado y pensando que todos lo experimentamos de la misma manera, como si supiéramos las razones por las que pueden surgir tales emociones y cómo funcionan, sin embargo, la realidad es muy distinta. A lo largo de nuestra vida nos han hablado de las emociones sin explicarnos realmente qué son, qué funciones cumplen y, lo más importante (y lo que menos abordamos), cómo gestionarlas.
En primer lugar debemos entender qué son: las emociones son estados afectivos que se presentan frente a distintas situaciones, que vienen acompañados por cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos). Éstas tienen una característica especial y es que van y vienen a lo largo del día, es decir, son cambiantes y no permanecen durante un largo periodo de tiempo.
Funcionan similar a una montaña rusa: cuando estamos empezando a sentir la emoción, va aumentando hasta subir al punto más alto (en donde se más se liberan pensamientos, recuerdos e incluso sustancias químicas a nivel del cuerpo), y luego de unos momentos,
desciende para volver a un estado de equilibrio corporal y mental.
Desde pequeños nos han hablado de emociones negativas (enojo, tristeza y miedo) y positivas (alegría), pero se ha olvidado algo importante: comprender que cada una cumple una función para la adaptación. El miedo, por ejemplo, nos permite huir, protegernos y/o defendernos ante algo que consideramos peligroso; la tristeza nos puede ayudar a reflexionar, analizar ciertas situaciones y buscar una persona con quien compartir en el momento para sentirnos mejor; o la alegría, que nos hace sentir más plenos y con mayor bienestar.
Aquí hacemos entonces una aclaración: no existen emociones buenas o malas, pues todas tienen una función, pero sí existen formas buenas y malas de expresar y gestionar las emociones.
A medida que crecemos, adquirimos mayores habilidades para comprender las emociones, tanto propias como de otros, pero no es algo que venga por sí solo, sino a partir de la identificación de lo que sentimos, el poder ponerlo en palabras o distintos lenguajes que
permitan la expresión (artes plásticas, la escritura, la danza o la música), y poder vislumbrar además cómo están siendo tramitadas aquellas que hemos considerado durante tanto tiempo como “emociones negativas” pues, durante mucho tiempo, las hemos tratado de ocultar, distraer o evitar. La conciencia emocional nos invita entonces a reconocer, aceptar y permitirnos el sentir.
¿Cómo podemos fortalecer nuestra conciencia emocional?
1.Trata de identificar lo que sientes en diferentes situaciones durante el día, convirtiéndolo en una práctica de tu día a día. Puedes hacer un ejercicio que realizamos mucho desde la sicología y es el registro de pensamientos: anotamos la situación que deseamos, y con ella, los pensamientos y emociones que hemos experimentado, al igual que las conductas que tuvimos a partir de estas (llorar, buscar a alguien, gritar, etc.).
2. Cuando has aprendido a identificar todas las emociones que pueden estar involucradas, intenta calificar del 1 al 10 qué tan uertes o intensas son, siendo el 1 el más leve y el 10 el más intenso.
3. Comparte lo que sientes con las personas más cercanas. Practica el poner en palabras lo que estás sintiendo, ya sea algo muy profundo como una situación y/o emoción cotidiana.
4. No juzgues tus emociones y/o sentimientos. Logra identificarlos y nombrarlos, para poder comprenderlos mejor.
5. Cuando haya emociones demasiado intensas, fuertes y/o con significados profundos, intenta darte un espacio para sentirlas y expresarlas como te sientas cómodo. Busca apoyo de una persona cercana o, si lo ves necesario, de un profesional que te ayude a comprenderla.